martes, 4 de noviembre de 2008

- (Pausa) -

El taxi dobla a la izquierda, tu mano no logra alcanzar el monedero, se te cae el libro que está sobre el folder encima de la billetera que no alcanzaste a guardar que está encima de tu celular que, como no has bloqueado las teclas, está que llama a alguno de los teléfonos de tu agenda.

Por fuera otro taxi cierra a la combi, un tico destartalado escucha a Antonio Cartagena, en tu taxi suena "La Inolvidable" y más allá dos coaster de la ruta que va a La Marina (Callao, La Perla) empiezan la clásica carrerita para amenizar el día más que para ganar pasajeros.

Y de pronto, te invade un pensamiento de paz, recuerdas la tarde del día anterior, el cansancio, el descanso del músculo, tu reencuentro en tu cama, la tranquilidad, la paz de la felicidad, la alegría más simple y pura mientras ves el día oscurecerse lentamente en tu ventana. Un cigarrillo.

Y sonries. Sonries mucho.

El taxi acelera de frente, por fin coges el bendito monedero y te apresuras a sacar las siete luquitas de la carrera, el libro se te terminó de caer y se perdió el número de la página en que estabas, el folder también se resbaló y tu billetera se ve ahí - indefensa - y en el celular escuchas la voz de alguien que - contestando tu llamado involuntario - grita ¡Aló, aló!

El otro taxi sigue a tu costado, ya no se escucha a Antonio Cartagena pero en tu taxi sigue sonando "La Inolvidable" y pasan otras coaster rumbo a La Marina (San Miguel, todo Universitaria).

Y sigues sonriendo.

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