martes, 15 de febrero de 2011

1001 Discos

Desde el año pasado me lance en una aventura musical que buscaba, sobre todo, expandir mi frontera en cuando se refiere a grupos, álbumes y canciones escuchadas. Así que decidí encontrar la lista de ese buen libro "1001 discos que se debe escuchar antes de morir" y me propuse escucharlos todos. Los mil y un discos. Todos y cada uno por lo menos una vez.

La temática fue simple, me agenciaba el disco, lo cargaba al mp3 y lo tocaba en carro mientras manejaba. Porque, hay que reconocerlo, si bien el tener carro me privó de esos tiempos muertos en el taxi que sirven de manera espectacular para leer el diario o un buen libro, me recompensó con otros tiempos muertos en el tráfico en los que no puedes leer pero te puedes escuchar una buena canción.

Ahora como quien sazona el tema, entre los discos conseguidos siempre ponía alguno de The Beatles o de Led Zeppelin que nunca están de más y siempre te sacan de cualquier apuro. Así, tras un buen disco, podía escuchar los clásicos de toda la vida y el manejar en Lima se me hacía una delicia.

Esa era la mecánica. Y me funciona bien. Claro, siempre hay discos que uno tiene que escucharlos a fuerza de tesón más que de gusto por que sinceramente no termina de entender qué hicieron para ganarse su lugar en la lista. Como por ejemplo el "Emergency on Planet Earth" de Jamiroquai que escuché el otro día y que resultó siendo un bodrio incomible. Pero, disciplina, pues. Si dije que iba a escuchar todos los discos completos por lo menos una vez, pues lo tuve que escuchar. Si no lo hacía iba a ser peor. Eso me hubiera obligado a tener que volver a escucharlo y, sinceramente, prefiero lanzarme del carro en plena Vía de Evitamiento que tener que volver a escuchar ese disco.

Ahora, en este ejercicio me he reencontrado con viejas joyas y he descubierto grandes cosas como ese grupo setentero tan bueno que es Spirit y su disco Twelve dreams of Dr. Sardonicus. Y claro, también han habido sorpresas como el disco Stripped de Christina Aguilera. Uno, que no sabe mucho, lo ve y piensa que es difícil que la Aguilera haya hecho algo que sea parte de los 1001. Pero escuchas el disco y - nobleza obliga - tienes que reconocer que es uno muy bueno.

Esas pequeñas satisfacciones son las que me depara esta lista.

Entonces, entenderás, que cuando vi que la lista incluía el disco Justified de Justin Timberlake me preparé a recibir una sorpresa como la de la Aguilera. Un disco que, en base a mis prejuicios jamás hubiera escuchado pero que, luego de pasarlo una vez, iba a recibir un reconocimiento de mi parte ante la calidad y capacidad del artista.

Pues me equivoqué.

El disco es una mierda. Sumamente ñoño y pazguatón, me lo tuve que soplar entero por la misma razón que me soplé el de Jamiroquai (si no lo escuchas bien la primera, pues tal vez lo harás la segunda). Así que Justified se ha dicho. Y, la verdad, mientras lo escuchaba no encontraba "justification" alguna por tamaño despropósito. Segundo a segundo, a lo largo de tres idas y vueltas a mi oficina, el bendito disco fue chorreándose por todos los recovecos de la cabina de mi carro, empapando cada centímetro cuadrado de la melosa melodía y mostrando su total intrascendencia en los silencios que anunciaban el fin de cada canción y ¡ay! el inicio de la siguiente.

Trece pistas se grabó el puta y la última duró casi cinco minutos.

Y de pronto pasó algo que me confirma la creencia de que todos tenemos un ángel de la guarda que nos quiere mucho mucho mucho.

Al apagarse el último acorde de este disco, empezó de pronto un acorde conocido. Un acorde escuchado no una sino varias veces, un acorde que pertenece a una canción de un disco que es un habitante sempiterno de mi mp3. En la hora más oscura de mi aventura musical, cuando había quedado exánime ante lo más duro del pop sonso norteamericano, vino Led Zeppelin a rescatarme y un buen Good times, Bad times me redimió y sacó a puntapiés de todos los rincones de mi carro los últimos recuerdos de lo que fue el disco del muchacho ese Timberlake.

Y, como una dosis extra de hombría, el disco siguiente fue el disco negro de Metallica. La vida y los gnomos que manejan el sistema de disco aletorio del cumplidor Kenwood del carro me sometieron a una terapia intensiva de rock que me ha hecho regresar a la ecuanimidad. Sabios gnomos, por lo demás. Digo, es un decir.

P.D. El domingo, buscando salir de un estacionamiento estrecho por la puerta del copiloto, le metí tamaña patada al usb que reemplazó al mp3 y que era el anfitrión de todos los discos que me faltan escuchar por estos días. Esta sensible pérdida ha motivado la suspensión indefinida de esta aventura musical. O tal vez fue el castigo de los gnomos por haberles obligado a tocar ese disco de marras. Quien sabe.



jueves, 10 de febrero de 2011

Left

En los últimos mese he conocido undotrecuat ¡cuatro!, cuatro personas que me han demostrado, con sus opiniones y su ideología, que son bien de izquierda. Pero "bien de izquierda", eh? De esas personas que han leído a Marx y a Mariátegui, que creen - y pueden defender esta creencia con elucubraciones coherentes y lúcidas - que el de Velasco fue un buen gobierno y que el actual modelo económico no es ni justo ni el mejor.

¿Saben cuál es el denominador común en todos ellos?

¡Todos se cagan en plata!

De repente ese es el truco, ¿no? Mientras menos conforme estas con el sistema, este te premia de mejor manera.

A partir de este momento, oficialmente soy de izquierda. Digo, es un decir.

Y, claro, a partir de este momento for God's sake, he vuelto.