lunes, 10 de noviembre de 2008

Confesión

¡¡¡Yo también me reuní con Canaan!!!

Digo, todo el mundo tiene derecho a ganarse sus quince minutos de fama, ¿no? Digo, es un decir.

La infelicidad

Gonzalo, de 58 años, aún trabajando de abogado.

Me deprimo de sólo pensarlo.

Humpf!

Cuando desperté ya estabas ahí.

Con toda tu antipática inmensidad.

¡Puta madre! - fue mi primera exclamación al verte.

Y cómo te odié.

Te odié por que sabía que no tenía escapatoria. Te tenía que soportar y no tenía ni siquiera el más legítimo derecho al reclamo. El más elemental derecho de decir "no quiero".

Lo peor es que no me sorprendiste. Yo te sabía.

Incluso las últimas horas de ayer las contaminaste con tu certeza.

Y ahora te tengo que soportar mientras, como si tuvieras ganas de joder aún más, te empeñas a hacer que cada segundo de tu presencia sea más largo que el anterior.

¡Puta madre! - sigo repitiendo.

Cómo te odio, lunes.

Y un día volví ...

Usualmente es fácil ir a ver un partido del Cristal.

Usualmente no hay mucha gente, sólo la necesaria. Consigues un buen sitio sin tener que ir muy temprano, no es tan peligroso llegar ni salir. En fin.

Ayer llegué al estadio sólo tres minutos antes de que empiece el partido y, lejos de lo que me imaginaba (poca gente, nada de colas) considerando que nos habíamos alejado del campeonato y que habíamos perdido el último partido, me encontré con larguísimas colas, un huevo de gente, hartos revendodores, hartos zampones, policias paranoícos, caballos resoplando, alguno que otro choro por ahí. En fin. Tres veces la cantidad de gente que usualmente va.

¡Carajo! - pensé - Y eso que perdimos, imáginate si le hubieramos ganado a las gallinas.

Luego me sentí feliz de ser parte de una hinchada que es recontra seguidora y termina llevando más gente que los otros equipos populares.

Entré al estadio 15 minutos despues de iniciado el partido luego de hacer una larga cola para comprar la entrada y otra larga cola para pasar los controles. Ya adentro me encontré con lo que temía: no había dónde sentarse.

Okey, si había dónde sentarse pero no había. ¿Caspisci? Osea, quitando las partes bajas de la tribuna que están tapadas con las banderolas que colocan ahí y el quinto de tribuna separada para la hinchada visitante, sólo quedaba ponerse bien al costado, casi pegado a popular y con una pésima vista. Así que opté por hacer algo que no hacía hacia años (nótese como caigo en la cacofonía redundante sin que me importe un pito): me metí a la barra.

Y ahí tuve que ver el partido saltando y cantando luego de casi tres años. Grité dos goles y me canté todas las que me sabía - que no fueron todas las que se cantaron por que algunas, sólo algunas, eran nuevas - y cuando salí me di cuenta que todavía tengo la garganta de barrista y que eso de gritar incoherencias por 90 minutos termina siendo una buena catarsis.

Contento y exhausto encaminé el rumbo a mi pisito donde me limité a almorzar y tumbarme en mi cama.

Y quien lo diría. un día volví a la barra ... y creo que voy a regresar pronto.

Había sido bonita la barra, caray. Digo, es un decir.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

No lo dije antes ...

... pero el concierto de Loquillo, al que también fui el mes pasado, me gustó mucho.







Nada más que decir.

martes, 4 de noviembre de 2008

Cristo es peruano.

O si no, mírenlo como lleva orgullosamente la blanquirroja en este simpático ambientador para el carro.


Esta bien, esta bien, no se ve toda la blanquirroja. Pero nadie me va a poder decir que ese no es el inicio de la franja roja que cruza el pecho. Digo, es un decir.

Visto en: Esto no, eh?

- (Pausa) -

El taxi dobla a la izquierda, tu mano no logra alcanzar el monedero, se te cae el libro que está sobre el folder encima de la billetera que no alcanzaste a guardar que está encima de tu celular que, como no has bloqueado las teclas, está que llama a alguno de los teléfonos de tu agenda.

Por fuera otro taxi cierra a la combi, un tico destartalado escucha a Antonio Cartagena, en tu taxi suena "La Inolvidable" y más allá dos coaster de la ruta que va a La Marina (Callao, La Perla) empiezan la clásica carrerita para amenizar el día más que para ganar pasajeros.

Y de pronto, te invade un pensamiento de paz, recuerdas la tarde del día anterior, el cansancio, el descanso del músculo, tu reencuentro en tu cama, la tranquilidad, la paz de la felicidad, la alegría más simple y pura mientras ves el día oscurecerse lentamente en tu ventana. Un cigarrillo.

Y sonries. Sonries mucho.

El taxi acelera de frente, por fin coges el bendito monedero y te apresuras a sacar las siete luquitas de la carrera, el libro se te terminó de caer y se perdió el número de la página en que estabas, el folder también se resbaló y tu billetera se ve ahí - indefensa - y en el celular escuchas la voz de alguien que - contestando tu llamado involuntario - grita ¡Aló, aló!

El otro taxi sigue a tu costado, ya no se escucha a Antonio Cartagena pero en tu taxi sigue sonando "La Inolvidable" y pasan otras coaster rumbo a La Marina (San Miguel, todo Universitaria).

Y sigues sonriendo.