viernes, 23 de mayo de 2008

¿Sabes ...

que te extraño?

Y no debe ser para menos, ya son cinco meses de la última vez que te abracé. Felizmente aún hablo seguido contigo y en tu voz te sigo sintiendo cerca. Pero no es lo mismo, es verdad. Incluso aquellas veces que no contestas el celular por que lo tienes en otro cuarto o por que estas ocupada o por que simplemente no lo escuchaste me dejan cierto desazón. Hoy no acaba el día si no hablo contigo.

Estoy pensando seriamente en agarrar mis cosas e ir a verte, necesito un abrazo. Y creo que tu también.

Jones

Luego de meses, ayer fui al cine nuevamente.

Me senté a ver la última de Indiana Jones y salí divertido. No complacido, divertido. Lástima que sólo alcance a ver la versión doblada.

Pero lo que me descorazonó fue que, cuando llegó al Perú - supuestamente - en las calles de ese pueblo que, supongo, debió ser Nazca sonaban unas tonaditas mexicanas. Y peor aún cuando Jones dijo que hablaba quechua por que se lo enseño ... ¡¡¡¡Pancho Villa!!!!

Pancho Villa las pelotas, hombre, ¿que acaso es tan dificil entrar a http://en.wikipedia.org/wiki/Peru y averiguarse algunas cositas?.

Parece que se nota que los guinistas estuvieron en huelga bastante tiempo. Digo, es un decir.

¿Y por qué no?

Según supe el fronterizo que es presidente regional de Ancash ha hecho paro otra vez.

El otro día ví la entrevista que le hizo Rosa María Palacios y hay una cosa que me quedó dando vueltas en la cabeza. Ante las ganancias logradas por las empresas mineras y que debían ser distribuidas entre sus accionistas y sus trabajadores, este sujeto opinó: "Esta bien que ganen pero no tanto, pues".

Y yo me quedé pensando ¿En qué mundo lleno de infelices debe uno vivir para que la envidia y la mediocridad dirija a la gente? ¿Cuándo se vuelve un motivo politicamente correcto de protestar el hecho de que tu quieras recibir las ganancias que con tu inversión, tu capacidad y tu trabajo lograste? ¿Por que va a venir un inutil cualquiera a decir "hasta ahí nomás, ya ganaste mucho. El resto me lo tienes que dar a mi que, como inútil que soy, tengo que vivir de TUS ganancias por que yo no me procuré ninguna?

La verdad sea dicha ante la madre que me vio nacer que si alguien viniera a impedir que cobre mis ganancias, obtenidas con mi trabajo y mi inversión, por que le parecen excesivas causaría una escabechina de padre y señor mio.

¿Por qué en vez de producir, esta gente prefiere joder para quedarse con lo que producen otros?

lunes, 19 de mayo de 2008

Tus áureas reliquias.

Mientras apuraba el caliente vaso de ponche con pisco sentado en una mesa de "El Ayllu" (típico y clásico bar cusqueño que actualmente se encuentra amenazado de desaparecer gracias a los ánimos metálicos del arzobispado cusqueño - son todos iguales, carajo - ) me di cuenta, mientras miraba por mi ventana la Plaza de Armas tan recorrida, extrañada, vuelta a recorrer y vuelta a extrañar; que lo mejor que pude haber hecho era irme de Lima.

Serían las 6 de la tarde y me imaginé cómo estaría la capital. Carros, embotellamiento, niebla, gente como cancha, taxistas renegando, gente renegando, calles rotas, alcaldes imbéciles, y un trayecto de casi cinco kilómetros hasta mi casa. Mordor. En cambio, en vez de estar ahí, estaba allá, gozando.

Yo no sé si a todos les pasará igual o es que yo pertenezco a una estirpe de nostálgicos y sensibles pero me enrostré nuevamente en que para mi familia el Cusco, más que un lugar apetecible, es una nostalgia eterna y una añoranza costante: la llaga que no cerró. Me hace recordar cuando Frodo Bolsón, antes de irse a los puertos, tenía una noche al año - el aniversario de cuando desapareció el anillo - una crisis con acceso de fiebre en la que deliraba que sentía y extrañaba no sólo el dedo perdido sino la presencia del anillo que cargó. La presencia querida y ya no presente. Como cuando dicen que los amputados siguen sintiendo el miembro seccionado. El ausente que no debe faltar. El Cusco dejó de estar ahí para nosotros (o, mejor dicho, fuimos nosotros quienes dejamos de estar ahí) y aún sentimos esa "falta", esa "incompletitud" - vaya con el palabro - latente que no nos deja nunca y que estalla con furia apenas las ruedas del avión empiezan a rozar el cemento del Velasco Astete.

Los días previos al viaje los tomé con mucha tranquilidad. Usualmente a mi los viajes me emocionan en extremo pero éste lo tomé muy tranquilo, casi con apatía. Me sorprendió esa sensación por que, como dije, era rara en mi. Pero la tomé como parte de un transcurrir, es decir, ya la vida se me llenó de cosas, lugares y deseos nuevos y proyectos nuevos. Resultaba perfectamente normal que lo que emocionaba antes no emocione ahora. Error. La fortísima emoción que sentí mientras aterrizaba me enrostró que quizá uno pueda estar tranquilo pero que lo que constituye una añoranza perruna va a fluir en el momento oportuno como si hubieras encontrado petróleo debajo de una aparentemente fuerte pero delgada costrita de tierra.

De pronto mis pulmones se llenaron de Cusco y entre la neblina de mis ojos vi Gonzalos de cuatro, cinco, seis y siete años corriendo por todos lados, aferrado a la mano de mi madre o sentado en el vocho que manejaba mi padre. Reconocí grietas que escarbaron mis dedos, desniveles en los que tropecé y que aprendí a sortear, lugares conocidos, esquinas que a pesar de estar llenas de carteles siguen siendo las mismas, calles empinadas y recuerdos galopantes. Pero ¿saben qué es lo gracioso? Que lo mismo me pasa cada bendita vez que vuelvo.

En algún lado leí, y lo creo, que psicológicamente todo el mundo siente una suerte de añoranza por el vientre materno. Dicen quienes afirman eso que el deseo de retornar a una etapa donde todo era felicidad y seguridad seduce a las personas subconscientemente y que la hostilidad de la realidad no hace sino que ésta sienta la soterrada necesidad de regresionar. Yo creo que lo que nos pasa es algo similar. ¿A qué me refiero? A que, por ejemplo en mi caso, yo tuve una infancia sumamente feliz y abundante. Y que esa felicidad se relaciona, en mi cabeza, con quienes viví, mi familia, y en dónde viví, el Cusco. A mi familia la sigo teniendo y eso es motivo de felicidad. Al sitio lo dejé de tener hace muchos años y creo que subsconscientemente he relacionado el sitio con la felicidad constante de mis primeros años. Para mi la importancia del lugar tiene poco que ver con la historia, la monumentalidad, el magnetismo y demás hierbas del campo. A mi me emociona volver por que yo viví ahí, yo crecí ahí, yo conocí lo básico y lo esencial ahí y por que mi vida efectiva empezó ahí, nací ahí y no en ningún otro lugar. Y ante ese cariño y esa realidad incontrastable muy pocos sitios dejan de ser simples lugares anodinos en comparación con ese Cusco que me tuvo y me recibe.

El último día de mi estadía volví a pasar por la puerta de lo que fue mi casa. Un portón de reja que dejaba ver, al fondo del oscuro pasadizo, las verdes escaleras que llegan hasta el cuarto piso dónde estaba el primer sitio que llamé casa. Nunca hasta ese momento sentí cómo había cambiado yo mismo. Fui totalmente consciente de la diferencia de más de setenta y cinco centímetros, sesenta kilos y veinte años que separaban al infante que - cual afiebrado delirio - veía dirigirse a su casa y al hombre que soy ahora.

Habían pasado seis años desde la última vez que estuve ahí. Seis largos años que cambiaron muchas cosas en ambos lados. Mis amigos ya están casados y yo que era un tranquilo universitario estoy hoy con responsabilidades, planes y expectativas que antes no tenía. Y aunque tengo la certeza de que mi vida está en Lima y lo seguirá estando por varios años más, también tengo la firme decisión de no permitir que pase tanto tiempo para que vuelva a pisar las calles de mi patria chiquita.

jueves, 8 de mayo de 2008

Monos escondidos.

Hay cosas que yo no llego a entender.

Yo no soy un sujeto que se lea del Comercio de pe a pa todos los días aunque, como suscriptor que soy, usualmente le doy su correspondiente hojeadita diaria.

Por eso me sorprendió sobremanera encontrar esta noticia en un portal boliviano:

Ejército ecuatoriano incursiona en territorio peruano en medio de enfrentamiento

Y bueno, no me sorprende por el hecho de que se hayan metido al Perú sino por una cosa distinta y bien simple: Nadie ha dicho nada. Osea, no es que el alcalde de Sullana no durmió la siesta sino que militares extranjeros se metieron a nuestro país sin permiso a realizar acciones de represión criminal. Léase: exactamente lo mismo que inició el bochinche entre Colombia y Ecuador. ¿Por qué no se dice nada? ¿O es que ya se dijo y yo no me dí cuenta? ¿O es que acaso es mejor no decir nada para que los monos no queden pésimo haciendo lo mismo por lo que se rasgan las vestiduras?

Me deja boquiabierto pensar que en Bolivia se saben estas cosas y acá no. Imagínense si la curiosidad no me daba para entrar a ese portal, hubiera estado también en la total ignorancia al respecto.

En fin, como ahora estoy con la picazón de la curiosidad, estaré atento a ver si hay alguna noticia.

A no ser que envejezca en el intento. Digo, es un decir.

martes, 6 de mayo de 2008

Feliz 28!

Y bueno, luego de semanas en las que me sentí sorprendido por la rapidez del tiempo y la cercanía de la fecha, llegó el bendito 5 de mayo y cumplí un año más. Van veintiocho.

No sé si serán los años que terminan en ocho pero este cumpleaños lo siento como cuando cumplí dieciocho años (me viene a la cabeza una mezcla de vodka "Paramonga" con Coca Cola Light). Así como aquella vez sentí que dejé la adolescencia para pasar a una emocionante juventud, ahora siento que dejé la juventud para sentirme, aún raramente, adulto.

Y es que por más que yo me sienta tan jovial como cuando tenía 22 no deja de martillarme en la cabeza el hecho de que, por ejemplo, a mi edad mi padre ya tenía un hijo de dos años. Claro, eran otros años y son otras vidas pero siento como que la hora de jugar responsabilidades realmente graves ya está cerca. Que aquellas ideas de asumir más responsabilidades varios años más adelante ya no son tan acertadas por que esos "varios años más adelante" ya han transcurrido y se han convertido en "dentro de un año o dos". Uf!

Lo que me dejó pensando y me trajo variados estados de ánimos fue la cantidad de personas que están y que pasaron. El cumpleaños lo pasé rodeado de casi todos los esenciales que siempre estuvieron ahí y cuyos rostros han ido creciendo junto al mio siendo una familia con la frescura que siempre envuelve nuestras mesas pletóricas de todo tipo de viandas. No importa si la mesa es nuestra o es prestada ... el país de jauja se muda a nuestro mantel y la cornucopia apunta justo al medio de la misma.

Pero también están los demás. Los que volvieron, los que llegaron, los que se resistieron a irse y se terminaron quedando, los que a pesar de no ser un encuentro constante siempre están y lo saben, los que estuvieron mucho tiempo y ahora prefiero que no estén, los que se pugnó por que regresen pero parece que se sienten mejor estando lejos, los que se irán pronto a conocer el mundo, los que estarán, los que estuvieron. Los que se acordaron, los que no, los que se hicieron a los locos. Todos.

Me quedan varios dichos que a veces caen a pelo para cosas que tengo pendientes o que pasan. Como por ejemplo "quien se va sin que lo boten, regresa sin que lo llamen" o la recurrente idea ante preguntas similares de que "el hecho que uno haya vivido equivocado mucho tiempo no quita que en algún momento pueda darse cuenta del error y hacer lo correcto para corregirlo".

En fin, ideas varias que van y vienen.

Desde hace ya dos días tengo 28 años. Tengo planes a corto, a mediano y a largo plazo. Tengo sueños, tengo esperanzas, tengo fe y casi no tengo temores. Tengo cuatro libros a la mitad, cinco por empezar y millones por leer. Una maestría que terminar y otra carrera por empezar. Un árbol por plantar y cuando menos un hijo por engendrar. Tal parece que es un buen panorama ¿no?