lunes, 10 de noviembre de 2008

Humpf!

Cuando desperté ya estabas ahí.

Con toda tu antipática inmensidad.

¡Puta madre! - fue mi primera exclamación al verte.

Y cómo te odié.

Te odié por que sabía que no tenía escapatoria. Te tenía que soportar y no tenía ni siquiera el más legítimo derecho al reclamo. El más elemental derecho de decir "no quiero".

Lo peor es que no me sorprendiste. Yo te sabía.

Incluso las últimas horas de ayer las contaminaste con tu certeza.

Y ahora te tengo que soportar mientras, como si tuvieras ganas de joder aún más, te empeñas a hacer que cada segundo de tu presencia sea más largo que el anterior.

¡Puta madre! - sigo repitiendo.

Cómo te odio, lunes.

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