lunes, 4 de junio de 2007

Para cerrar el tema

Hubo una situación que me tuvo muy contento. Y fue cuando llegué de Uruguay a Buenos Aires. Llegué a esa ciudad de la forma como llegaron la gran mayoría de personas que hicieron crecer ese sitio, por el río. A medida que el ferry se acercaba al puerto y veía las luces de la ciudad, me invadió una serena alegría.

Allá al frente estaba la ciudad imaginada y buscada. De pronto, desembarcar en el puerto y llegar a Buenos Aires me alegró por que me dí cuenta de que, aquella ocasión, no estaba "llegando" sino que estaba "regresando". Que por lo menos esa noche, mi casa era Buenos Aires y ella me recibió como si fuera un habitual.


Dejé Dársena Norte y salí a la avenida Antártida Argentina, corría viento, y encendí un cigarrillo. Empecé a caminar hacia la nueve de julio sintiendo, en ese instante, que el viaje había valido la pena y que sí, que eso era lo que buscaba. Caminar por Buenos Aires sintiéndome un habitual, recorrer las calles que tantas veces recorrí en la imaginación mientras sentía, o quería sentir, que éstas me decían: "bienvenido a casa".

2 comentarios:

Gabriel dijo...

yo con las justas siento so cuando estoy llegando a jesus maria

Vero dijo...

No hay nada como regresar a casita, por mas que uno lo haya pasado bien verdad?
Saluditos :)