jueves, 5 de julio de 2007

Riberplei

Ahora que se habla tanto de fútbol, de ilusiones creadas y finales previsiblemente reiterativos (equipo peruano fuera del torneo luego de mediocre actuación), no puedo evitar una imagen que constantemente recuerdo. Corría el mes de diciembre del 2003. En el cuarto de Ernesto, frente al televisor veíamos el último logro futbolístico de un equipo peruano. Arequipa, Cienciano frente a River Plate, partido de vuelta de la final de la Copa Sudamericana.

Todos conocemos la historia. Solo diré que ante mi ojo futbolístico veía serios argumentos para que el "papá" pueda ganar al River aunque, como todo hincha peruano criado en "casis", temía el desenlace habitual de ver al equipo argentino celebrando mientras los comentaristas argentinos resaltaban la estirpe y la tradición de ese equipo en competencias internacionales. Además, yo al "papá" le tengo un cariño especial, reflejo en ese equipo el cariño hacia la patria chiquita que me vio crecer y que se convierte, así como para toda mi familia, en un recuerdo recurrente y una añoranza constante. Ante ello, por primera vez en mi vida, vi un partido de fútbol enfundado en una camiseta que no era la mía (invariablemente celeste) ni la del Perú pero que, aquella noche, acogía con sincera simpatía.

Del partido no recuerdo mucho. Recuerdo mas bien que a mitades del segundo tiempo las cosas se pusieron color de hormiga. Como siempre, expulsaron a un jugador peruano y River Plate, que esa noche vestía un uniforme totalmente negro con la banda roja cruzándole el pecho, se venía con todo. El gol argentino era cuestión de tiempo. Ya hubo una pelota que chocó en el palo y, peruanos como somos, intuíamos el desenlace que se venía.


Ante esa situación, mirando a Ernesto, comenté que "a este paso, mejor nos hacemos hinchas de River". Ernesto asintió. Faltaban poco menos de 20 minutos para el final de partido y lo veíamos ya no sentados sino parados frente al televisor. River seguía atacando y mi idea se volvió determinación. "Yo soy hincha de River" dije y empecé a cantar lentamente "Riberplei, riberplei, dale riber, riberplei". Ernesto se sumó y la tonadita se volvió un verdadero canto de barra.

De la nada, un tiro libre del "papá" lo puso adelante en el marcador y luego de explotar la alegría del gol, llegamos a la conclusión que lo que favorecía al equipo peruano no había sido su juego sino única y exclusivamente nuestro canto por lo que, abrazados uno al costado de otro, empezamos a saltar frente al televisor cantando ya voz en cuello: ¡¡¡Riberplei, riberplei, dale riber, riberplei!!! ¡¡¡RIBERPLEI, RIVERPLEI, DALE RIBER, RIBERPLEI!!! Hasta que acabó el partido. Hicimos barra al "papá" alentando al contrario ... y funcionó.


Desde diciembre del 2003, hemos vuelto a cantar Riberplei algunas cuantas veces tanto para el Cienciano como para la Blanquirroja o incluso al Cristal, no volvió a funcionar. Tal vez sólo sirva contra River Plate, tal vez era que no teníamos ni el mismo entusiasmo ni la misma fé.

Por lo pronto desde aquella vez, siempre que mi equipo va mal y parece que se le viene la noche, empiezo a repetir mi mantra riberpleitista. Parece que en este ultimo partido que logramos empatar ante Bolivia volvió a funcionar. Aunque tal vez sea la pura casualidad. Digo, es un decir.

P.D. Si de equipos argentinos se trata, no me gusta River Plate. En cambio, le tengo un peculiar cariño a Racing Club.


Dale Racing

1 comentario:

Imberbe_Muchacho dijo...

cha chalin, y cuando nos ponemos la franela de argentina fiera!