martes, 28 de octubre de 2008

Coherencia

Y si, yo también fui al concierto de Calamaro. Aunque eso a estas alturas no sorprende a nadie. Por el rebote de evento, pareciera que en vez de las 15 mil puntas que estuvimos ahí debieron haber por lo menos el doble.

Y bueno, yo estuve ahí, acompañado de mi alegría, con una cerveza en la mano y un cigarrillo cerca. Cantando algunas entre dientes y otras a voz en cuello. Mientras todo el resto de personas a mi delante se empeñaban en que su emoción me haga aún más difícil ver al artista.

Y si bien la multitud le dio al cantante el reconocimiento popular que se merece. Yo no estaba ahí para mezclarme en el grupo y repetir como repitieron todos que el hombre era un maestro. Siempre rehuyo a la masificación de mis gustos. yo estaba ahí en un acto simple de coherencia.

Coherencia con lo que soy y lo que fui. Sobretodo lo que fui. Por que yo escuchaba a Calamaro antes incluso de Alta Suciedad. Por que mientras a quienes se guían por los gustos del díal aún no les habían presentado a Calamaro y se meneaban en los chorreantes ritmos de las Spice Girls y los Backstreet Boys, yo ya escuchaba a Calamaro. Entonces resultó que yo no fuí a ver al artista que canta sino que me presenté a hacer lo mismo que vengo haciendo hace casi 20 años: deleitarme - en un rito cuasi personal - con la música que me ha acompañado tanto tiempo.

Por eso me sentí cómodo estando atrás, que lo importante no era verlo sino escucharlo. Como siempre fue, como siempre será.

Un simple acto de coherencia, con lo que fui, con lo que soy y con lo que seguiré siendo.

Y lo mejor de todo: sólo con mi alegría, mi alegría personalísima, que me ilumina hasta el rincón más oscuro y que convierte todo acto simple en acto genial.

Aunque, valgan verdades, la explanada del Monumental en tanto localidad para conciertos es una buena mierda. Digo, es un decir.

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