martes, 13 de enero de 2009

A gusto.

Lima ya no me es un sitio hostil.

Cuando vine a radicarme acá, Lima era distinta. Era un sitio caluriendo, grasoso, apestoso, hacinado y peligroso.

No sé si la ciudad cambió o cambié yo que ya me acostumbre a todo esto.

De pronto me siento como el pez en el agua. Fluyo por la ciudad con una facilidad rara, nueva, agradable. Y me siento parte de un todo viviente, una realidad mayor, un monstruo gigantesco cuyos glóbulos rojos son personas como yo que se limitan a circular por sus calles, dándoles vida y haciendo su vida dentro de esta aglomeración de casas viejas y construcciones feas.

Lima me trata con cariño.

Toda Lima.

Así, en los últimos días he estado en casi todos los rincones de la ciudad y en todos he fluido. Me siento en casa.

Pero, y a esto es a lo que iba, de todos los sitios a los que puedo ir, los mejores son aquellos a los que no voy sino que regreso. Porque ¿se entiende la diferencia, verdad? Una cosa es llegar a algún lado por a, b o c motivos. Otra cosa muy distinta es regresar a un sitio. A ver. Yo voy al centro de Lima por que tengo que hacer un trámite. Voy, llego y busco retirarme lo más pronto posible. Pero yo regreso a mi hogar por que simplemente quiero estar ahí. Es decir, voy, llego y se que podría quedarme mucho tiempo.

Y en días como hoy que he pasado gran parte del día "fluyendo" por esta ciudad que ya me adoptó como uno de los suyos no hay sitio que me parezca más acogedor ni lugar al que me alegre tanto regresar como mi oficina.

No lo sé. No es que sea un workholic - ni nada por el estilo - es sino que la tranquilidad de este ambiente, mi comodidad, el silencio, el clima controlado, la altura que hace que los sonidos de la ciudad se apaguen, la familiaridad con lo que tengo al costado, todo, todo, me hace sentir como en casa.

De verdad, me gusta estar acá. Y tanto me gusta que incluso a veces hasta ganas de trabajar me dan. ¿Quien lo diria?

En mi casa también podría estar contento, pienso yo, pero a horas como estas el estar en mi casa no haría más que traerme remordimientos. Además que en los últimos días estar en la casa es sinónimo de transpiración y tos - ¡tengo tos! - y en la oficina ... pues no toso. O no toso tanto.

Es por eso que en momentos como este me alegro de haber llegado por fin a la oficina, me alegro de saber que este es uno de los lugares donde más feliz estoy y por eso me dedico a escribirlo acá. Me gusta estar en la oficina, me siento muy cómodo aquí así tenga que trabajar para justificar mi presencia.

Todo privilegio cuesta. Digo, es un decir.

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