Cinco horas despues y varios kilómetros caminados:
"Dos cosas: o Lima ya no tiene nada que ofrecer o ... ya perdimos la brújula que alguna vez tuvimos y no sabemos cómo ubicar las jaranas" pensaba mientras entraba a mi pisito a iniciar la dormilona.
Al día siguiente los taxistas me comentaban de lo armadísima que estuvo la movida allá por los conos. Parece que había que moverse unos cuantos kilómetros más. Digo, es un decir.
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