martes, 30 de octubre de 2007

Cuestión de Chorizos, parte 4.

Como el título lo dice, esta es la parte 4. La parte 1 es esta, la parte 2 ésta y la parte 3 esta otra.

Montevideo es una ciudad pequeña, casi provinciana. Limpia, ordenada, con gente amigable pero ... cara. Cuando compré el pasaje de buque en Buenos Aires, la compañía me regaló un plano de Montevideo. A mi eso de los planos me emociona mucho, soy un fanático de los planos y ese en particular me sirvió mucho. Cuando llegué a la capital yorugua intenté seguirlo con pocas luces. La estación terminal de buses "Tres Cruces" (en donde me soltaron) estaba marcada en el plano pero ... una cosa es el plano y otra cosa es la realidad. Empecé a caminar sin rumbo por unas cuadras hasta que me ubiqué (no abundan las placas con los nombres de las calles en esa parte de Montevideo). Luego de ubicarme y seguir caminando llegué al Estadio Centenario.

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Me lo imaginaba alto e imponente, es mas bien amplio y chato.

Le di la vuelta y luego tomé un colectivo que me llevó hasta el centro histórico de esa ciudad. El bus se fué por varias calles que yo seguía aplicadamente en el plano que tenía a mano, todo el mundo se dió cuenta que era un turista extraviado y me sonreían compasivos. El carro, que se veía viejito pero aún así era un meche del año comparado con los buses de la cocharcas, me dejó a un par de cuadras de la Plaza Independencia que es uno de los principales landmarks uruguayos. En esas cuadras encontré un kiosko mas bien largo, como de unos cuatro metros de largo y que parecía mas bien uno de esos omnibus viejos de TEPSA que llevaba como nombre: "Los amigos son los amigos". Amigable, definitivamente.

Ese simpático armatoste vendía comida. Chivito y Choripanes, principalmente. Esta es la mía, dije y me acerqué dispuesto a comprar. Yo estaba atrás del kiosko y pero, la decepción me llegó cuando ví que el tipo que atendía recién estaba abriendo y refregaba con harta espuma la plancha de metal sobre la que mas tarde cocinaría los choripanes. Con la boca hecha agua (no había comido nada sustantivo en todo el día y ya eran como las dos de la tarde) seguí mi caminata hacia la "Ciudad Vieja" donde, de rato en rato, pasan viejas carretas tiradas por caballos.

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De estas pasan varias. Peculiar ¿no?

Quién sabe cuándo volveré a Montevideo.

Aca termina esta parte 4, este decir se alarga mucho y aún no digo lo que en un principio quería decir. Que lata. Digo, es un decir.

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