lunes, 10 de setiembre de 2007

Triple Alianza

Yo sabía que esto había sucedido pero aún no deja de sorprenderme. ¿Sabias que en el siglo XIX los ejércitos de Argentina, Uruguay y Brasil se enfrentaron los tres juntos a Paraguay?

Sin embargo, eso no es lo llamativo. Lo realmente sorprendente es que, en aquella guerra murió casi la mitad de la población de Paraguay y que la mortalidad masculina se calcula en un 90% (es decir, de cada 10 paraguayos vivos en 1865 sólo quedó 1 en 1870)?


"Soldado paraguayo ante el cadáver de su hijo"
pintura de José Ignacio Garmendia


Averiguaré un poco más a ver qué les puedo contar.

Por otro lado, visto ese desastre demográfico y la proporción entre hombres y mujeres, me imagino que debió haber sido muy interesante para uno vivir en Paraguay en los años siguientes a esa guerra. Digo, es un decir.

5 comentarios:

Imberbe_Muchacho dijo...

no sabia eso.... averiguare tambien

Imberbe_Muchacho dijo...

porque el soldado paraguayo parece un escoses?

Milhoras dijo...

las cosas que pasan no? y por que pretexto esos tres grandazos le habran pegado semejante pateadura a los paraguayos? leere, leere

Unknown dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=XYD4O2muU3w

Aca te paso un link de un documental donde explica todo para que te des cuenta lo cobardes que fueron estos 3 paises.

Unknown dijo...

En momentos de agitación, enfrentamientos, sangre y muerte en la Argentina, Francisco Solano López hijo del presidente del Paraguay Don Carlos Antonio López, y luego de la batalla de Cepeda en la que Mitre ve derrotado a su ejercito por el de la Confederación al mando de Gral. Urquiza; el que seria luego presidente del Paraguay, como mediador voluntario. oficioso y eficiente, logra imponer la paz con el Pacto de San José de Flores, en cuya plaza en la actualidad se recuerda el memorable acontecimiento. Por el resultado de su gestión fue ovacionado el entonces Coronel Francisco Solano López por la población agradecida de Buenos Aires, cuyos habitantes a su paso le arrojaron flores.
El pacto que conformaron Uruguay, Argentina y Paraguay, para defenderse mutuamente ante la evidente pretensión expansionista y avasalladora del Brasil estableció el compromiso para el caso en que cualquiera de ellos fuera víctima de la pretensión lusitana.
Ninguno de los otros dos ni el Uruguay de entonces ni la Argentina respetaron esa obligación y solamente el Paraguay con su presidente Francisco Solano López, con dignidad, entereza y hasta con ingenuidad; con esa inocencia que parecen tener aquellos que son respetuosos y fieles a sus principios en medio de la traición generalizada por él desconocida acudió presuroso a defender al Uruguay cuando el Brasil lo atropelló en Paisandú.
Sin embargo la Argentina con Bartolomé Mitre como su presidente y Venancio Flores, depuesto y asilado uruguayo en Buenos Aires, implorante y rastrero personaje, ya hacia algún tiempo habían determinado juntarse con el Brasil en el Tratado Secreto de la Triple Alianza para someter al Paraguay: pacifica, prospera y brillante nación señera y ejemplar en toda América.
Con la candidez que tiene el probo y por desconocer las traiciones que se habían urdido en su perjuicio sigilosamente, el Presidente del Paraguay alerta a Mitre del atropello brasileño y solicita permiso para atravesar con sus ejercito el territorio Argentino con la intención de defender al Uruguay. Mitre guarda cobarde silencio y no contesta. Por segunda vez vuelve a advertir Lopez y solicita la correspondiente autorización para atravesar Corrientes y de nuevo el silencio artero del Presidente Mitre hace a todas luces evidente el contubernio y la confabulación traidora.
Ante el compromiso asumido, frente a la dignidad del pacto y en defensa del Uruguay, la mudez cómplice y tramposa de Mitre precipita los acontecimientos, López no tiene otro camino mas que ingresar en territorio argentino para llegar hasta el Uruguay, que era su único objetivo. Mitre con indignación actuada y desbordante hipocresía se rasga las vestiduras y declara la guerra al Paraguay, por la invasión militar del territorio argentino.
Para los que entonces desconocían los detalles ocultos de los acontecimientos y ante el hecho de la penetración de tropas paraguayas, pudieron ver justificada la indignación del Gobierno argentino. Pero cuando posteriormente se conoce el Pacto secreto de la Triple Alianza firmado por los tres países con anterioridad a estos hechos, más la inequívoca intención de López de ir en defensa del Uruguay, le resta todo respeto y consideración a la actitud argentina asumida por decisión de su gobierno, de manera aviesa.
Sin embargo, se levantaron voces de genuinos representantes de la opinión publica que veían con claridad la injusticia de la traición ventajera y cobarde de los tres gobiernos.
Protestas como la de Juan Bautista Alberdi, José Hernandez, Carlos Guido y Spano, los caudillos de masas que se negaron a ir a la guerra y muchos mas, reconfortan y dejan a salvo el honor del pueblo argentino quien hablaba con ésas voces expresando su indignación. Ellas redimen a un pueblo que no aceptó la guerra, pero cubre aun más de ignominia y responsabilidad a su gobierno que siguió durante 5 años la masacre y el exterminio de todo la población, incluyendo sus mujeres, los ancianos y los niños.
Sus huestes mercenarias alentadas y hostigadas permanente por el estipendio y las manifestaciones petulantes e impías de su presidente Domingo Faustino Sarmiento quien sin disimulos manifestaba su desprecio y crueldad hacia ese pueblo devenido en ejercito al que no pudo doblegar, decía sin ambages: “... aun quedan unos pocos que morirán bajo las patas de nuestros caballos... ...No llama a compasión ese pueblo rebaño de lobos”, o su otra expresión mas canalla aun “... a los paraguayos hay que matarlos en el vientre de sus madres”.
Ya la guerra estaba terminada, los aliados tomaron Asunción, nombraron un gobierno sometido y elegido por ellos con paraguayos traidores que habían llevado consigo en sus barcos para la invasión.
Continuaron luego, inútil ya, la matanza de un pueblo que honrando su decisión prefirió morir a darse por vencido; pero ellos junto a sus infames aliados no pudieron alzarse con la victoria porque al Paraguay no lo vencieron, ¡lo mataron!, y matar al enemigo ya superado e indefenso no es victoria sino asesinato.
Pelear contra niños, mujeres y ancianos, con ventajas y hasta el exterminio, es honorable y glorioso solamente para los muertos víctimas del crimen de lesa humanidad que con toda impunidad los argentinos, los brasileños y los uruguayos, conscientes plenos y sin conmiseración, llevaron hasta el final en su macabra e inhumana decisión de eliminar a un pueblo heroico, al que no le asustó la muerte.
Ofender la memoria de mi pueblo en la persona de su máxima autoridad y representación, no tiene disculpa con ninguna excusa.
Comparar al mariscal con Hitler tiene una perfidia imperdonable. El editorialista del diario La Nación no puede alegar desconocimiento o ignorancia.
Hitler exterminó judíos y los persiguió hasta morir, invadió paises vecinos, intentó imponer una ideología y someter al mundo. El mariscal López y la nación paraguaya nunca tuvieron intenciones expansionistas con ninguna excusa, jamás ha objetado la presencia de ningún semejante por su raza, religión, condición o procedencia, fue y es cauto, moderado y hasta resignado ante el fracaso de imponer sus derechos y disputar sus posesiones frente a la ambición de los vecinos, como lo es hasta el presente.
Siempre ha sido atacado y despojado a lo largo de toda su historia y en la guerra del 70 ha sido masacrado sin piedad hasta el exterminio. Hitler atacó a los paises de su entorno. López defendió al suyo del ataque y la ambición de sus vecinos. Hitler se suicidó. A López lo mataron porque no pudieron doblegarlo.
Alemania se entregó y se declaró derrotada. Al Paraguay nunca lo vencieron, lo eliminaron. No se rindieron; por eso los cobardes invasores no ganaron la guerra. El Paraguay no se entregó. ¡Terminó la guerra cuando el Paraguay murió!.
Finalmente el ignominioso comentario del diario La Nación aclara: que los Ministerios de Educación de los paises involucrados “han decidido morigerar los términos ríspidos de la historia como para disimular los enconos”.
¡Absurda pretensión de inicuos continuadores sin arrepentimiento de hechos injustificables del pasado!.
¿Que significa esto?:
¿ocultar la masacre de niños en Acosta Ñu, quemados en vida y degollados?.
¿Obviar la mención de la quema del Hospital de Sangre de Piribebuy?.
¿No mencionar el asesinato absurdo y ruin de Pedro Pablo Caballero y de los defensores de Piribebuy?.
¿El saqueo de Asunción?. ¿No considerar el despojo y desmembramiento del territorio del Paraguay luego de la guerra, concretado con el acuerdo cómplice del gobierno compuesto por traidores legionarios nombrados por los mismos invasores y al efecto, los que llegaron con ellos desde Buenos Aires?.
¿Afirmar que nuestra Región Oriental terminaba en el Rio Apa al Norte y nuestro Chaco al sur en el río Pilcomayo y que así fue siempre desde tiempos remotos?.
¿No contar a nuestros niños que si no fuera por la mediación del Presidente Rutherford Hayes de los Estados Unidos todo nuestro Chaco hubiera sido arrebatado por la Argentina?.
¿Y que esta sin más remedio y a duras penas, por la tremenda presión que significaba el acatamiento del fallo arbitral tuvo que conformarse únicamente con despojar al Paraguay y apoderarse del territorio que hoy le llaman Formosa?.
¿Disimular y no contarle a nuestros hijos que incendiaron y destruyeron las industrias de la nación, arrasaron con las fundiciones de Ibycui, e hicieron todo lo necesario para que el Paraguay se sumiera en la miseria y en la imposibilidad de recuperarse sin ninguna necesidad y de manera inútil para ellos?.
Y por último: ¿debemos negar acaso, que frente a una sola víctima, para sentirse fuertes, reunir coraje, tres cobardes gobiernos se juntaron para salir de caza, asaltar al Paraguay y buscar un botín?.
Hoy mas que nunca y frente a los hechos actuales, con esta provocación que reaviva mi memoria y me llena de indignación, creo firmemente que de manera oficial y publica, como una vez lo hiciera, con humildad, el papa Paulo VI por la Inquisición que causó tanta muerte y sufrimiento, la Argentina debe reconocer la injuria y pedir perdón al Paraguay por el irreparable crimen.
Pero el arrepentimiento y la súplica del perdón carecen de valor si se limita solamente a su invocación; eso no le confiere mas que un mérito formal a la aceptación de una verdad difícil de rebatir y ocultar.
Para que sea otorgada la absolución debe cumplirse tres condiciones por parte de quien la implora: El reconocimiento de la culpa. El propósito de enmienda y la reparación del daño ocasionado.
El reconocimiento lejos esta de la aceptación por parte de algunos como se evidencia en el articulo del diario La Nación de Buenos Aires.
El propósito de enmienda se halla tan distante de su cumplimiento como aquel, evidenciado en la pertinaz conducta del apoderamiento de nuestros recursos que tiene y luce el mismo ímpetu destructivo de la masacre de la Triple Alianza, en esta nueva guerra sin balas, por las represas de Yasyreta e Itaipú, con los mismos invasores de entonces: Argentina y Brasil,
Y la reparación del daño está más lejos todavia. El despojo que amputó nuestro territorio, concretado vilmente cuando los que defendieron la integridad y la honra de la nación, que eran los únicos que podían oponerse, ya no pudieron porque sus cadáveres aun frescos estaban caídos en el callejón de sangre que corre desde Paso Pucu hasta Cerro Corá, y no podían levantarse para gritarles la injusticia del despojo inicuo... ¡Eso merece reparación!.
Considerando, entre otros, la intencional aniquilación de la guerra consumada por tres “valientes” aliados, con el propósito de apoderamiento y exterminio de su pueblo; la destrucción de sus recursos y la complicidad de traidores legionarios que avalaron con su complacencia los despojos. Concluyo con convencimiento honrado y absoluto:
Si la Argentina tiene suficientes razones, el Paraguay tiene mayor cantidad de argumentos para reclamar la restitución de los territorios arrebatados que las que tiene la Argentina para demandar a Inglaterra las Malvinas.
Aprecio a esta nación en la que vivo, pero a la Nación Argentina que me reconforta, la de Juan Bautista Alberdi y la de los nombrados mas arriba, a la de los caudillos de la provincias que se opusieron a la guerra, a la de los que pidieron justicia, e incluyo entre esos nombres a José María Rosas, a Garcia Mellid, historiadores argentinos contemporáneos. Agrego a esta lista a la presidente electa de los Argentinos: Sra. Cristina Fernández de Kischner que alivia con su gesto y con la claridad de su expresión el dolor memorioso e imborrable de mi pueblo.