El sábado se me ocurrió comer pescado. Me gusta cómo me está saliendo últimamente el pescado frito así que enrumbé hacia el supermercado con la única intención de comprar pescado. Parado frente a la pescadería no sabía si decidirme por los cumplidores filetes de tilapías que siempre compro o probar algún otro pescadillo que me sorprenda gratamente. Y perdía el tiempo en estas ictícolas tonterías por que a mi costado había una señora que se compraba dos kilos de perico y pedía que se los trocearan como para ceviche.
Por esas cosas que pasan por que el hombre es un ser animado, volteé el cuello y mi mirada se encontró con la de la amigable señora quien esbozó una cortés sonrisa. Sonrisa que yo, obviamente, devolví. Y de pronto se me ocurrió hacerle la pregunta que tantas veces me hice mentalmente y nunca me acordé de hacérsela a alguien que tuviera la capacidad de responderme. Vamos que la señora estaba que se compraba dos kilos de pescado para hacer ceviche.
Asi que, tras un intrascendente comentario sobre que el clima estaba excelente para hacer ceviche, le pedí que me aconsejara en el arte de hacer un buen ceviche. Y ella empezó, con claridad me fue dando uno a uno los consejos y los secretos, las críticas a algunos ingredientes y las loas a otros, destrozando palabra a palabra mi idea de que para el ceviche tu sólo cortabas pescado y echabas limón y sal. Como todo platillo tiene un ritmo, un ritual, un orden y una sabiduría. Desde el corte y la sazón hasta el punto de la cebolla, todo me vino envuelto en los dos minutos que el muchacho del supermercado se demoró en cortar sus dos kilos. Al recibir su bolsa la señora me miró y me dijo hasta luego, yo respondí nuevamente con sonrisa cortés y un buen gracias.
Para este momento mis dudas se disiparon. Compré un buen filetón de perico del cual sacaron tres filetes y el resto me lo llevé entero, dispuesto a aplicar mis recién adquiridos conocimientos. Ya en mi casa, antes de apanar los filetes, me dedique con cariño y primor a cortar el pescado. Trozos grandes, sustanciosos. Y seguí paso a paso la receta de la señora del supermercado. A los ingredientes indicados les saqué alguno y añadí otro que me gustaba más. Luego exprimí. Exprimí parejo por que, tal como me dijo la señora, el limón debía tener cierto nivel que, definitivamente, no era el que yo solía usar las pocas veces que me aventuraba a hacer un ceviche.
Y es que yo me aventuraba pocas veces a hacer un ceviche por que mis ceviches, simplemente, no sabían a ceviche. Sabían a pescado crudo con limón, que no es lo mismo. Luego de una paciente espera, saqué el bol de la refri y probé. Lo había logrado. Por fin mi ceviche supo a ceviche. Hasta Leche de Tigre obtuve. Y mi alegría se tradujo en agradecimiento. Me hubiera gustado encontrar a la señora del supermercado y decirle que, de verdad, en serio, le estaba agradecido. Pero como sé que mis posibilidades son ínfimas y que además, en el imposible caso que la encuentre y la reconozca, quedaría como un completo imbécil agradeciendo efusivamente a una persona que no se va a acordar de mi y que va a pensar que soy loco… o imbécil es que escribo mi agradecimiento a través del blog, que es lo más masivo que tengo a mano.
Gracias.
Ahora mis sábados dejarán su clásica monotonía para coger una monotonía nueva. Digo, es un decir.
Por esas cosas que pasan por que el hombre es un ser animado, volteé el cuello y mi mirada se encontró con la de la amigable señora quien esbozó una cortés sonrisa. Sonrisa que yo, obviamente, devolví. Y de pronto se me ocurrió hacerle la pregunta que tantas veces me hice mentalmente y nunca me acordé de hacérsela a alguien que tuviera la capacidad de responderme. Vamos que la señora estaba que se compraba dos kilos de pescado para hacer ceviche.
Asi que, tras un intrascendente comentario sobre que el clima estaba excelente para hacer ceviche, le pedí que me aconsejara en el arte de hacer un buen ceviche. Y ella empezó, con claridad me fue dando uno a uno los consejos y los secretos, las críticas a algunos ingredientes y las loas a otros, destrozando palabra a palabra mi idea de que para el ceviche tu sólo cortabas pescado y echabas limón y sal. Como todo platillo tiene un ritmo, un ritual, un orden y una sabiduría. Desde el corte y la sazón hasta el punto de la cebolla, todo me vino envuelto en los dos minutos que el muchacho del supermercado se demoró en cortar sus dos kilos. Al recibir su bolsa la señora me miró y me dijo hasta luego, yo respondí nuevamente con sonrisa cortés y un buen gracias.
Para este momento mis dudas se disiparon. Compré un buen filetón de perico del cual sacaron tres filetes y el resto me lo llevé entero, dispuesto a aplicar mis recién adquiridos conocimientos. Ya en mi casa, antes de apanar los filetes, me dedique con cariño y primor a cortar el pescado. Trozos grandes, sustanciosos. Y seguí paso a paso la receta de la señora del supermercado. A los ingredientes indicados les saqué alguno y añadí otro que me gustaba más. Luego exprimí. Exprimí parejo por que, tal como me dijo la señora, el limón debía tener cierto nivel que, definitivamente, no era el que yo solía usar las pocas veces que me aventuraba a hacer un ceviche.
Y es que yo me aventuraba pocas veces a hacer un ceviche por que mis ceviches, simplemente, no sabían a ceviche. Sabían a pescado crudo con limón, que no es lo mismo. Luego de una paciente espera, saqué el bol de la refri y probé. Lo había logrado. Por fin mi ceviche supo a ceviche. Hasta Leche de Tigre obtuve. Y mi alegría se tradujo en agradecimiento. Me hubiera gustado encontrar a la señora del supermercado y decirle que, de verdad, en serio, le estaba agradecido. Pero como sé que mis posibilidades son ínfimas y que además, en el imposible caso que la encuentre y la reconozca, quedaría como un completo imbécil agradeciendo efusivamente a una persona que no se va a acordar de mi y que va a pensar que soy loco… o imbécil es que escribo mi agradecimiento a través del blog, que es lo más masivo que tengo a mano.
Gracias.
Ahora mis sábados dejarán su clásica monotonía para coger una monotonía nueva. Digo, es un decir.
3 comentarios:
no hay comoun buenceviche...
Siempre es bueno incrementar los platos de la carta de la propia cocina. Enhorabuena!
O sea casi casi un experto cebichero resultaste después de esa lección al paso, bien ahí, yo en la cocina soy medio flojona.
Una vez escuché decir a Lalo Martins que para que el plato de salga especial debes ponerle amor a la preparación, y como mi corazón culinario está medio de capa caída difícilmente me saldrá últimamente algo digno de chuparse los dedos.
A ver, cuando invitas a tus patas bloggers un cevichito hecho en casa, mínimo no? ja, ja.
Publicar un comentario