lunes, 4 de febrero de 2008

En el cambio de estación.

¿Sabes?

Hoy estuve pensando en aquella vez, creo que fue la última, en que me escribiste en el chat que yo tendría que ser bien iluso para pensar que la separación te ha afectado. Incluso te reíste. Y es que, más allá de si es verdad o no aquello que pusiste - que mis argumentos tengo para pensar que no lo es - esa bala dirigida a mi parte sensible no causó el efecto que quizá esperabas. Y es que en realidad a mi me alegraría mucho que no te haya afectado. Que tengas la capacidad y la posibilidad de ser aún más feliz. De encontrar alguien que te dé lo que yo no te dí y con quien puedas comulgar en aquellas cosas con las que conmigo no lo hacías. No quiero, bajo ningún punto de vista, que tu vida se vuelva un luto por que ya no estamos juntos. A parte de presuntuoso y arrogante me parece injusto. Posiblemente en algún momento tu alegría me despierte algún celo incomprensible pero también me despertará el raciocinio y entenderé que eso es bueno.

Y es que, aunque a veces sea difícil entender, yo no guardo reproche. Guardo un pequeño resentimiento por la infidencia y la falta de cariño que mostró. Pero también sé que tu agresividad es la respuesta que tienes al mundo que contigo fue tan agresivo. Que tu real sentir y pensar no están en esas palabras hirientes sino que las subyacen y, lo que es más peculiar, las contradicen. Pero yo no puedo convivir con esa agresividad general y absoluta de la que, ingenuo yo, me creí a salvo y quizá terminé siendo la principal víctima, sin enterarme.

Y es que, aunque tu razonamiento te haga recurrir a excusas elaboradas en las que tratas de entender el por qué del final, la verdad es una sola y es que dos personas necesitan compartir mucho más que lo que compartíamos tu y yo. Y si algún día ves en retrospectiva verás que es cierto, que lo que compartíamos no era consecuencia de lo bien que estábamos sino que era el requisito para que podamos siquiera pensar en estar bien. Y eso no es sano. No es sano por que es falso y al ser falso se iba a doblar cual lata de aluminio apenas el peso aumente. Por eso es que estoy convencido que fue la decisión necesaria, más allá de quién, cómo, cuándo y dónde la tomó.

En algún momento yo pensé seriamente en cargar todo el compromiso ¿sabes? Y lo planee y lo estudie y lo acepté y hasta empecé a hacerme a la idea. Era ese tiempo donde las cosas que teníamos eran geniales por que eran consecuencia del mucho cariño que cultivamos. Sin embargo, más allá de asignar responsabilidades, hubo un momento en el que esas cosas geniales dejaron de ser consecuencia de lo bien que estábamos y se empezaron a poner como las causas para que estemos bien. Repito la idea por que me parece clave. Esa reversión en los papeles no me terminó de llenar. Quizá fue en ese momento en que dejé de cargar el compromiso. Así como la decisión de hacerlo la tomé en silencio y no te enteraste sino hasta semanas después, la decisión de no hacerlo también la tome en silencio y no nos enteramos sino hasta que ya era evidente que las cosas no iban a seguir.

Sé también que quizá por mucho tiempo no merezca de tu parte sino los más agrios epítetos y los más dolorosos dicterios que puedas crear. Lo acepto. Eventualmente me enteraré de ellos. Y es que quizá, en una visión más objetiva distinta a la mía y a la de las poquísimas personas que creo, sólo creo, que me estiman, las merezca todas. Dicen bien que el infierno esta lleno de buenas intenciones y yo te juro por la madre que me dio a luz que, en efecto, sólo he tenido buenas intenciones. Intenté crear realidades paralelas, mentiras estratégicamente colocadas para satisfacer todas las curiosidades, caprichos y morbos. Todo para mantenerte encerrada en una burbuja de la cual saldrías en algún momento a un escenario agradable, apacible y sin hostilidad. Pero no conté con lo esencial y es que asumí sin consultarte que tu también ibas a pensar que esa burbuja iba a ser un lugar cómo para ti. Que no lo fue. Y pensaste que mis pantomimas también estaban hechas para engañarte a ti. Dijiste que antes ya te habían mentido y que por ello no confiabas en mi. Y tal vez ahora también pienses que lo hice. Pero no. Si ha habido alguien a quien no mentí en estos meses fuiste tu. Todos los demás se llevaron su cargamento de mentiras y silencios. Me terminé ahogando en mis buenas intenciones sin pensar en qué las fundamentaba. Y cuando vi, ya no había fundamento.

Tal vez te deba varias disculpas. Por no ser lo que, por cortesía y mínimo don de gente, tenía que ser. Por no hacerte sentir más veces lo que te merecías. Que te lo merecías ¿eh? Más allá de lo que aquellas personas acostumbradas a juzgar apariencias piensen, yo sigo pensando que te lo merecías y yo no lo dí. Mi error, lo sé. Por eso acepto los reproches de tu memoria y tu corazón, los acepto en silencio y los muerdo con resignación. No puede ser de otra manera.

En tus características y formas me gané el derecho a tenerte en mi nostalgia que, mira qué gracioso, recién varios días después me obliga a dejar salir aquellas lágrimas que nos debía y que mi supuesta "racionalidad" me negó la satisfacción de verterlas en el momento correcto. Si bien sigo convencido del tema y no me arrepiento de la decisión que tomé, la verdad es que la tristeza me agarró en estos días; me agarró desprevenido, distraído y no me abandona. Bien merecido lo tengo. Que miro a mi alrededor y las cuatro paredes de mi vida me denuncian que estoy sólo, las pocas caras que veo recurrentemente me hacen darme cuenta que dependo de ellas para mi salud emocional mucho más de lo que ellas jamás van a depender de mi. Que me siento un hermitaño y que nunca me dejé de sentir así. Porque ¿sabes? contigo a mi lado también me sentí sólo y sé que tu también te sentiste así en mi compañía. En estos últimos días mi refugio, en donde no había conocido un sólo día triste, hasta ahora, se volvió la suma de esas realidades y me enrostró mi individualidad, aquella que hoy por hoy es la equivalencia de la tristeza que tengo. Esto que vivo hoy es una situación que busqué y, lo que es peor, pienso que es la correcta.

Hoy ocupas en lugar privilegiado el parnaso y la compañía que tanto detestaste. Lo siento pero no lo puedo hacer distinto. Más sí debo darte una confesión y es que te has convertido en mi nuevo paradigma, increíble ¿no?, en virtud del cual terminaré calificando todo lo venidero que conozca y que pase por mis manos. Se compararan pues en tu sonrisa, en tu calidez, en tu ternura y en tu ardor como, por más trillado que resulte el símil, las olas se estrechan ante el acantilado.

Te debo una gratitud, que te la tengo desde siempre, te debo una disculpa que algún día, cuando las cosas sean propicias, te la sabré dar y te debo mis mejores deseos. A diferencia de un amante despechado está fuera de mi cabeza el pensar que lo bueno de tu vida se acabó con mi salida. Por el contrario, soy un convencido que lo bueno de tu vida recién va a comenzar ahora que ya no estoy en ella. Que los motivos para que sonrías son mucho más valiosos que mi simple y anodina presencia.

Tal vez el saber que me choqué de narices con mi propia limitación y la conciencia de mi infelicidad te causen algún sentimiento alegre de venganza realizada. Estas en tu derecho, creo yo. Yo aún no me termino de entender y aunque es cierto afirmar que he de buscar hasta debajo de las pocas piedras que me anime a levantar para ver si encuentro aquella compañía con la que no sienta más soledad - ni se la cause yo a ella - también es cierto decir que hoy por hoy no me tengo muchas esperanzas.

Lo gracioso es que, cavando en mi corazón y mi consciencia, mi deseo más fuerte respecto a esta etapa de cambio que vivimos no se refieren a mi. No es el encontrar rápidamente una tranquilidad ni encontrar la compañía que encaje con mi soledad. El deseo más fuerte es para ti. Deseo que vayas bien, con buen viento, con buena velocidad, hacia el punto donde vas a estar mejor, donde vas a ser feliz. Se feliz y has las cosas en pos de ello. Cuidate y escoge bien.

No deseo nada más. Salvo, quizá, dejar de sentir esta nostalgia y esta tristeza que hace días me tiene atrapado. Pero ese camino lo debo caminar sólo, tal como yo lo escogí.

Gracias, perdóname ... y adios.


3 comentarios:

Angélica Camacho dijo...

Hablar, escribir, sacar todo el equipaje que llevamos dentro creo que es fundamental para virar el capítulo.
Espero que ella algún día (más pronto que tarde) se entere de estas líneas finales.
Yo también anduve nostálgica. Pero ya acabó el velorio.

Saludos!

Chalo dijo...

Yyyyyyy

Se enteró.

Y anduve con unas caras .... pobre.

Lucho dijo...

Lo importante despue de una caida (y sobretodo fuerte) es levantarse y seguir caminando y lo mejor es sacudirse bien y sonreir, es parte del crecer y vivir. Sigue caminando papà que el camino es largo y muy interesante.