Pero yo no soy una persona "de secretos". Digo, usualmente he sido demasiado bocón y compartí incluso cosas que no debía con personas que no se merecían tanta confidencia. Varias veces me gané decepciones por eso. Sin embargo, siempre he sido demasiado "contador". Ahora, contradictoriamente con ese rasgo de mi personalidad, existe otro rasgo y es que los únicos secretos que no puedo guardar son los mios. Los de otras personas si los he sabido atesorar. Raro ¿no?
Siempre busqué a quién contar lo que quería, lo que esperaba, lo que sentía, lo que me angustiaba, lo que me pasaba e incluso lo que no me pasaba. Y casi siempre encontré oídos a quienes torturar con mis inacabables diatribas. Creo que ni yo mismo me soportaría si tuviera que escucharme nuevamente.
Pero me llama la atención el poder guardar secretos propios, sentir el extraño placer de saber algo que no dirás y hacer todo lo posible para que nadie se dé cuenta de lo que estas pasando, lo que estas sintiendo, lo que eres ahora que no eras antes.
Tal vez a la mayoría de gente eso no le parezca nada del otro mundo. Hay muchas personas que son reservadas por naturaleza y que lo más común del mundo para ellas es no decir lo que piensan, lo que pasan. Tienen muchos secretos y no comprenderían la vida sin ellos. Pero, ya les dije, yo no soy de esas. Tengo que controlarme mucho para no comentarle a alguien lo que estoy viviendo. Tal vez por esas hasta tengo un blog donde suelto - ¿qué más podría soltar? - información sobre lo que siento, lo que hago, lo que pienso y lo que quiero.
Pero precisamente por que siempre fui demasiado abierto es que me gustaría poder guardar un secreto mio, que sólo yo lo sepa. Tal vez sea hora de hacerlo ¿no? Saber qué se siente, cómo se hace. Ahora sólo me falta conseguirme un secreto.
O tal vez ya lo tengo y ya lo estoy escondiendo y yo ni cuenta me he dado. Digo, es un decir.
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