domingo, 15 de junio de 2008

Y el problema es ...

... que no puedo dejar de ser racional y que mis decisiones van a seguir principalmente lo que me parece razonablemente correcto y no lo que me nace de las entrañas.

Aunque se pueda decir lo contrario, estoy convencido de que las entrañas no son buenas consejeras en asuntos trascendentales o importantes. La espontaneidad es singular y es apreciada pero ... ¿qué puedo decir? Prefiero dar un paso razonado y actuar como me dice la lógica que ordena mi vida en los últimos años a dar varios pasos guiado por intuiciones.

Y puede que me pierda muchas cosas por hacer eso. Pero ... el tiempo pasa y durante ese tiempo uno toma decisiones sobre la forma como afrontar su propia vida. Esa fue mi elección y creo que lo va seguir siendo durante algo más de tiempo. Aunque debo reconocer la pertinencia y la eventual conveniencia de la otra opción. Yo no discuto.

Tengo dos opciones para afrontar las cosas próximas y escojo seguir lo que racionalmente me parece lo más adecuado. El momento de lucidez que me devele la posición entrañable no tendrá peso específico en la forma en cómo acuerdo actuar. Entonces escojo lo racional y escojo no entristecerme sino alegrarme. Y me alegraré.

Y así estaré.

La mayor parte del tiempo, claro. Digo, es un decir.

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