domingo, 15 de junio de 2008

I fought the law ... and the law won.

Ya serán más de diez años cuando mi hermano recibió un regalo que, según recuerdo, no le causó mucha gracia. Era un disco con una caja grandota (equivalente a dos cajas de cd adosadas una a la otra) con un librito lleno de letras chiquitas que jamás leí y con una foto en rosa y negro de unos emocionados rockeros de una pinta bien siglo XX. Un disco compacto doble fue su regalo de cumpleaños y él, tan dado a escuchar tantos discos y a apreciar lo que ya tenía, no lo tuvo en mucha consideración.

Yo no discutía su decisión ya que, en primer lugar, jamás le presté mucha atención a la mayoría de sus discos y además por que ... yo estaba en otras cosas. En segundo lugar por que la única vez que me aventuré a medio-escuchar ese disco no me gustó en absoluto salvo dos canciones (dos de veintiocho) que las escuchaba de rato en rato. Fue así, que ajeno al reconocimiento que se merecía, el disco se dedicó a acumular polvo durante años y años. Fue abandonado y olvidado.

.........

Hace unos tres años aproximadamente se me dio por escuchar parejo a Los Fabulosos Cádillacs. Parejo. Y entre las pistas que estaban en el disco doble recopilatorio que compró mi mismo hermano encontré una versión muy potente de una canción en inglés que me llamó completamente la atención. La escuché con la asiduidad con la escucho yo las canciones que se me pegan: hasta hartarme. Y de tanto escucharla decidí escuchar la versión original de la canción en inglés. Recordé entonces al disco doble olvidado y lo busqué y lo busqué y no lo encontré.

Encontré sin embargo otro disco, también comprado por mi hermano, de la misma banda y en la que estaba la canción que buscaba. Y, aunque distinta y diferente, también me gustó. Sin embargo esa situación, lejos de calmar mi curiosidad, no hizo sino incitarla. Y seguí buscando el disco doble hasta que lo encontré olvidado en el olvido de las cosas que se acumulan en cualquier lado por que no tienen un sitio definido. Y lo escuché de nuevo y me gustó.


Desde entonces es uno de los discos a los que recurro constantemente. Y es que le agarre un gusto tremendo a The Clash gracias al tributo que los Cádillacs hicieron del cancionsón que es "Guns of Brixton". Hoy he vuelto a poner el disco, que va sonando mientras escribo esto, y he vuelto a entender qué inexperto y alelado fui cuando, hace diez años no supe apreciarlo. En realidad no pasa mucho tiempo sin que algo me haga dar cuenta de qué inexperto y alelado he solido ser.

El disco, lógicamente, ya no está en el lugar del olvido. Por el contrario, ocupa uno de los principales lugares de la corta discoteca que tengo en mi pisito. Es uno de los más veteranos entre los originales y eso le da un valor especial, ante mis parcializados ojos. Y sobre todo por el hecho de que llegó a manos que lo aprecian, no tanto por regalo sino por que esas manos - las mías - lo escogieron y decidieron quedarse con él.

Aunque, la verdad sea dicha, ahí también acumula un poco de polvo. Digo, es un decir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me has regalado una sonora carcajada, como en los buenos tiempos (cuando había que pagar los pasajes en la combi o las salchipapas gozosamente devoradas y te pasabas varios segundos haciendo el paripé, removiendo los bolsillos de tus pantalones como para sacar esas monedas que no ibas a sacar nunca porque simplemente no existían). digo que me has regalado una sonora carcajada porque hasta yo me acuerdo de la cara de ajo que puso el friki de tu hermano cuando recibió el disco de los huevos. con lo contentos que estábamos pensando que le gustaría...