La parte I es ésta. Si quieres, dale un vistazo.
Ante la invocación que me lanzó la ancha señora tuve, no sin gran fastidio, que levantar mi vista del periódico y soltar las cañitas con las que sorbía mi sabroso jugo de fresa con leche. La doctora me estiró una sarta de volantes con la cara impresa de uno de los candidatos al decanato del Colegio de Abogados de Lima y me lanzó: ¿Sabe usted que hay una gran denuncia sobre el doctor Gutiérrez Camacho? (uno de los otros candidatos al decanato y que, ante mi limitada visión y nulo interés se aparece como más respetable que los demás). Me limité a levantar una mano y gritar mi "ampaymesalvo".
Abogada - le devolví el vocativo - pierde su tiempo por que yo no estoy colegiado en este bur ... colegio. Tuve que retener la palabreja por que estaba, digámoslo de cierta manera, en su territorio. Me encontraba rodeado de otros abogados como yo y uno nunca sabe cuándo se puede encontrar con uno orgulloso de su pertenencia al gremio limeño. Además, la abogada no tenía mucho aspecto de soportar a pie juntillas tamaña afrenta del colegio que aspira se convierta en su fuente de ingresos por todo el siguiente año. Yo estoy colegiado en El Callao, - terminé la frase con lo que la doctora musitó un gracias, volteó hacia la otra mesa y empezó nuevamene: ¡Abogado! ...
Varios de mis amigos suelen gastar simpáticas bromas, a las que les sigo el hilo animadamente, sobre el hecho que yo haya preferido colegiarme en el puerto y no en Lima, como todos ellos. Ello va desde la afirmación contundente y dogmática que ... Lima trae mas caché. En cambio Callao ... como que no va, te quita prestigio. La mejor que me hicieron es aquella que comentaba que, cuando pagaba mis cuotas de colegiatura (lo que suele suceder cada dos años) en agradecimiento, me invitaban una sabrosa fuente de choritos a la chalaca. Lamentablemente (y va en serio eso del lamento) no es así. Si fuera así, iría mensualmente a pagar mi cuota.
Pero, más allá de la broma, yo me siento muy contento con mi elección.
Allá por fines del año 2003, antes de dar mi grado, ya analizaba con detenimiento el tema de la colegiatura y habían ciertas cosas de Lima que no me gustaban. En principio que, en esos tiempos, lo más probable es que me hubiera tocado la mátricula treinta y nueve mil y algo. Mucha gente, hermano. Demasiada. Ni hablar. Parece un rebaño. Cuarenta mil puntas. Uf. No, ni hablar. Pero, salvo ese detalle, lo que me pareció una real pendejada era lo siguiente: Luego de optar mi grado, debía matricularme en un cursito que me daba el mismo colegio que duraba más de un mes y, opiniones recogidas, era una completa tontería por que no te enseñaba nada (lo que era evidente) . La clave de eso era ... pagar una cuota adicional al colegio. Luego, entre la resma de documentos que tuve que presentar, varios de ellos tenían que ser en "formato valorado del CAL" y suscrito por el "Oficial Mayor del CAL". Léase: más pagos. En total, obtener la mátricula 39 mil y tantos me costaban como 1500 soles y me demoraba como tres meses. Eso sin considerar la larguísima ceremonia de juramentación en la que por lo menos 300 personas recibían su carnet. Insufrible ... y encima pendejo.
Y en el rico yauca? Pues nada, llevabas tu título con los sellos regulares (ANR y la Corte del Callao), 300 luquitas y un librito para la biblioteca. Nada de cursos ni formatos valorados. en total 500 luquitas y en menos de un mes ¡juá! Ya tenía todo. Además que la juramentación duró veinte minutos y luego zafamos rapidísimo por que estabamos en pleno Callao.
Así, mientras muchos compañeros estaban reventados, todavía yendo a oir su cursito que se dictaba de 6 a 9 de la noche en el Palacio de Justicia, yo ya tenía carnét, cinta, autorización y, lo que es mas bonito, un registro 34 mil números menor por que yo soy el 5 mil y pocos.
¿Bonito, no?
A parte que a mi El Callao siempre me ha parecido un sitio peculiar con su plaza, su dársena, su submarino, su fortaleza, su iglesia matríz, el chicharrón del mercado central, los Barracones, Santa Marina Norte, Santa Marina Sur, el jirón Saloom, Corongo, el obelisco, La Punta, La Perla y Cármen de la Legua. Incluso tengo gente muy cercana que tiene cierto afecto por Ventanilla. Cómo no enamorarse del lugar, su música y su gente.
Hablo en serio ¿eh?
En cambio, el CAL.
Bueh!
Paro acá el post. Espero terminar en la siguiente parte. Digo, es un decir.
Ante la invocación que me lanzó la ancha señora tuve, no sin gran fastidio, que levantar mi vista del periódico y soltar las cañitas con las que sorbía mi sabroso jugo de fresa con leche. La doctora me estiró una sarta de volantes con la cara impresa de uno de los candidatos al decanato del Colegio de Abogados de Lima y me lanzó: ¿Sabe usted que hay una gran denuncia sobre el doctor Gutiérrez Camacho? (uno de los otros candidatos al decanato y que, ante mi limitada visión y nulo interés se aparece como más respetable que los demás). Me limité a levantar una mano y gritar mi "ampaymesalvo".
Abogada - le devolví el vocativo - pierde su tiempo por que yo no estoy colegiado en este bur ... colegio. Tuve que retener la palabreja por que estaba, digámoslo de cierta manera, en su territorio. Me encontraba rodeado de otros abogados como yo y uno nunca sabe cuándo se puede encontrar con uno orgulloso de su pertenencia al gremio limeño. Además, la abogada no tenía mucho aspecto de soportar a pie juntillas tamaña afrenta del colegio que aspira se convierta en su fuente de ingresos por todo el siguiente año. Yo estoy colegiado en El Callao, - terminé la frase con lo que la doctora musitó un gracias, volteó hacia la otra mesa y empezó nuevamene: ¡Abogado! ...
Varios de mis amigos suelen gastar simpáticas bromas, a las que les sigo el hilo animadamente, sobre el hecho que yo haya preferido colegiarme en el puerto y no en Lima, como todos ellos. Ello va desde la afirmación contundente y dogmática que ... Lima trae mas caché. En cambio Callao ... como que no va, te quita prestigio. La mejor que me hicieron es aquella que comentaba que, cuando pagaba mis cuotas de colegiatura (lo que suele suceder cada dos años) en agradecimiento, me invitaban una sabrosa fuente de choritos a la chalaca. Lamentablemente (y va en serio eso del lamento) no es así. Si fuera así, iría mensualmente a pagar mi cuota.
Pero, más allá de la broma, yo me siento muy contento con mi elección.
Allá por fines del año 2003, antes de dar mi grado, ya analizaba con detenimiento el tema de la colegiatura y habían ciertas cosas de Lima que no me gustaban. En principio que, en esos tiempos, lo más probable es que me hubiera tocado la mátricula treinta y nueve mil y algo. Mucha gente, hermano. Demasiada. Ni hablar. Parece un rebaño. Cuarenta mil puntas. Uf. No, ni hablar. Pero, salvo ese detalle, lo que me pareció una real pendejada era lo siguiente: Luego de optar mi grado, debía matricularme en un cursito que me daba el mismo colegio que duraba más de un mes y, opiniones recogidas, era una completa tontería por que no te enseñaba nada (lo que era evidente) . La clave de eso era ... pagar una cuota adicional al colegio. Luego, entre la resma de documentos que tuve que presentar, varios de ellos tenían que ser en "formato valorado del CAL" y suscrito por el "Oficial Mayor del CAL". Léase: más pagos. En total, obtener la mátricula 39 mil y tantos me costaban como 1500 soles y me demoraba como tres meses. Eso sin considerar la larguísima ceremonia de juramentación en la que por lo menos 300 personas recibían su carnet. Insufrible ... y encima pendejo.
Y en el rico yauca? Pues nada, llevabas tu título con los sellos regulares (ANR y la Corte del Callao), 300 luquitas y un librito para la biblioteca. Nada de cursos ni formatos valorados. en total 500 luquitas y en menos de un mes ¡juá! Ya tenía todo. Además que la juramentación duró veinte minutos y luego zafamos rapidísimo por que estabamos en pleno Callao.
Así, mientras muchos compañeros estaban reventados, todavía yendo a oir su cursito que se dictaba de 6 a 9 de la noche en el Palacio de Justicia, yo ya tenía carnét, cinta, autorización y, lo que es mas bonito, un registro 34 mil números menor por que yo soy el 5 mil y pocos.
¿Bonito, no?
A parte que a mi El Callao siempre me ha parecido un sitio peculiar con su plaza, su dársena, su submarino, su fortaleza, su iglesia matríz, el chicharrón del mercado central, los Barracones, Santa Marina Norte, Santa Marina Sur, el jirón Saloom, Corongo, el obelisco, La Punta, La Perla y Cármen de la Legua. Incluso tengo gente muy cercana que tiene cierto afecto por Ventanilla. Cómo no enamorarse del lugar, su música y su gente.
Hablo en serio ¿eh?
En cambio, el CAL.
Bueh!
Paro acá el post. Espero terminar en la siguiente parte. Digo, es un decir.
1 comentario:
sea donde sea si la enseñanza es de calidad vale la pena ir
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