jueves, 22 de noviembre de 2007

Por que quiero a la blanquirroja.


Bueno, en primer lugar por que cada vez que digo "La selección ya me ha dado cada trastada que cualquier cosa que pase no me va ha impactar", termina recibiendo a cada cual más terrible goleada que ... me termina impactando igual.

Y si bien, a raíz del paseo que se metieron los monos con nosotros ayer, ahora se escribe mucho y se comenta más. Yo me voy a ahorrar mis comentarios de ese partido. Más bien comento un drama, casi una estupidez.

Y es que es muy de moda que luego de los partidos de la selección (de los que siempre salimos mal) la gente empiece a despotricar parejo, que todos declaren (como liberándose de responsabilidad) que estaban seguros que nos goleaban, y no faltan aquellos que, arrugando naricita, dicen con ínfulas de superioridad (como si la negación los liberara de los efectos de la derrota), "Yo no veo fútbol peruano" para culminar con un atorrantísimo: "A mi háblame de la Champions, del Inter, del Barza".

En ese sentido, los que no tenemos ambajes en declarar que sí vimos el partido, que si intentamos confiar en ese equipicho, que la goleada nos duele y que, ay vida mia, seremos de los impenitentes que el próximo junio llenaremos el monumental para ver el Perú - Colombia, quedamos poco menos como cavernícolas (¿cómo te puede gustar el fútbol?) fracasados (Pero ¿para qué, si siempre pierden?) y poco menos inteligentes que una ameba (¿Y qué esperabas, que ganen?).

Eso me hace recordar a un gran amigo que veo pocas veces y a quien el futbol no le interesa un pito. Pero cuando lo busqué para que me acompañe a tomar unas chelas luego del partido en que Perú le metió 4 a Paraguay hace cuatro años, ni bien me saludó me abrazó con un efusivo "¡ganamos!".

Así que, ahorrenme los comentarios también. Que yo sé que ustedes saben que el proximo partido también verán la posibilidad de ver el partido (incluso yendo al estadio) y que toda la desconfianza se transformará nuevamente en entusiasmo. El mismo que existió ayer hasta las 4 y 18 de la tarde cuando nos encajaron el primero de cinco.

Hace años, cuando todavía tenía el interés por el chat (interés que he perdido totalmente hoy por hoy), conocí a una chica de Rosario, Argentina. Hablando de varias cosas pasamos al fútbol y yo reconocí una cosa peculiar: "en el Perú nunca ganamos nada, pero siempre que empiezan las cosas, creemos que podemos ganar". Eso me recuerda el 2004 cuando nos declarábamos que podíamos ser la "Grecia de Sudamérica" en alusión al impensado campeonato europeo que había ganado una selección quizá más analfabeta que nosotros como la griega (Que bomba la de los griegos).

A pesar de todo, yo sigo declarando mi amor por la camiseta blanca con franja roja. ¿Por qué? Pues puede que sea un cavernícola fracasado mas tonto que una ameba pero ... eso no lo voy a admitir jamás. Por el contrario, creo que eso no tiene nada que ver ya que esa afirmación responde más a un juicio que realizan aquellos que, al final del partido, piensan más en "la pose que tengo que asumir para que esta derrota no me duela tanto" (Exacto, la cantidad de gente que luego del tercer gol, declaran a grito pelado que no confiaban en la selección, que sabian el final de la historia y que sólo hinchan por el Barcelona) que a una real conjunción de características mías.

Yo quiero a la blanquirroja por que, a pesar que he hinchado por otros países en varias ocaciones y he vestido camisetas distintas a esa, nada se compara a la sinceridad que siento cuando me pongo mi camiseta de Perú. Usualmente la gente no se pone una camiseta de Perú, prefieren por ejemplo una de Brasil o de Argentina. Llevar una enseña que tenga, por si sola, algo de que enorgullecerse. Yo lo sé. Yo lo he hecho. Allá por el 2004 fuí a ver la final de la Copa América en el Estadio Nacional apoyando abiertamente a Argentina y llevando puesta ... la camiseta argentina. Pero llevar la de Perú ... es como clamar a diestra y siniestra ... ¡¡¡¡Soy un luuuuuuser!!!!

Pues tal vez lo sea.

Pero esa blanquita con su franjita es la única que es realmente mía. Las otras no son mías, son de otros. Son otros los que terminan teniendo más derecho que yo de alegrarse de los goles y gritar los campeonatos. Su triunfo nunca será intrínsecamente mío, tampoco sus derrotas. Sólo la blanquirroja me permite ser sincero ... conmigo mismo. Y es que, cuando salía de la final de la Copa América el 2004 con mi camiseta argentina, desee realmente haber ido con la de Perú. La albiceleste, con todo lo que es, no me hacía feliz, no era mía. Yo no soy totalmente sincero en un estadio hinchando por Argentina. Yo, yo soy peruano.

¿Que drama, no? Y es que, el DNI lo puedo cambiar. La ciudadanía la podría cambiar y podría liberarme de tener que elegir entre Garcias y Humalas cada cinco años pero ... eso no me quita que nací y crecí acá. Que aprendí a llorar y reir acá, que mis primeros gritos de gol fueron por los de Perú, que me enamoré acá y acá me hice hombre y conocí también la tristeza. Que, al Perú, no me lo voy a poder sacar ni con bisturí caliente. Y mientras no deje de ver fútbol (lo que es casi imposible) siempre voy a saber que mi única camiseta es esa blanca con franja roja que la tengo doblada con la ropa de estación.

Tal parece que no tengo otra opción. Por cuestión geográfica y de tiempo me tocó en azar esa camiseta y la quiero por que la tengo que querer y por que no me queda otra señores. Y esa falta de opción hace que la quiera aún más por que, lejos de la soberbia que da el triunfo permanente (cómo los aburguesados brasileños que vinieron el pasado domingo a entrenar un poco) y lejos también de la humildad que da el saberse el pez chico, ésta es una insolente que se cree pez grande de a ratos. Plebeyo con más ínfulas de rey que de mendigo.

Por eso admito que me la puse ayer (mentalmente) y sé que me la volveré a poner cuantas veces sea necesario. Así tenga que comerme quinientos treinta y ocho goles y gritar sólo cuatro (de penal). Por eso sé que estos cinco que nos metieron pasarán rápido al olvido pero el grito del domingo ... durará mucho tiempo. Es como si, luego de rasgar una prenda, tienes adentro una igual. Como un dispensador de papel toalla. No importa cuántas saques, siempre habrá otra. No importa qué cosas pase, la blanquirroja me la voy a poner siempre.

A no ser, claro, que la Federación Peruana de Fútbol cambie el modelo de la camiseta. Digo, es un decir.

1 comentario:

RacuRock dijo...

arriba Peru... aunque no sea en las tablas pero igualito... Arriba Peru Caracho